¿Una de las comarcas más bellas de España?
A un escalón de la Costa del Sol, con solo subir las montañas que nos separan de la Málaga costera, nos espera el Valle del Genal, una de las más bellas comarcas españolas, allí donde los pueblos son más blancos, los ritmos otros, las plazas más soleadas y no alcanzan los rumores casquivanos de las ciudades de mar. El Valle del Genal, pese a los pregones escritos sobre él, pese a la cercanía con la Marbella rutilante y la Ronda tautológica, continúa anclado en ese pasado delicioso que buscan los viajeros de estirpe, los silencios, el paseo lento, las tardes largas.
Es un paisaje delicioso, una realidad geográfica de interior, como un pequeño país a mitad de camino entre el Estrecho y la Sierra de las Nieves, el paso natural de Antequera al norte y el tropiezo de la mar al sur. Al valle le dan vida los pueblos blancos que motean su mapa rugoso. La historia nos recuerda que fue el marqués de Cádiz, por mandato de Isabel y Fernando, quien conquistó en 1485 las alquerías andalusíes del valle. De ellas le vienen el nombre con que hoy conocemos estos pueblos. Benadalid, por ejemplo, procede de Beni al Jali, el nombre con que fue conocida aquella tribu del norte del Atlas de donde procedieron sus fundadores.
El yugo de los merinitas
Hubo un tiempo que Beni al Jali dispuso de fortaleza con la que hacer frente a las amenazas del exterior. Pueblo y castillo formaron parte de los dominios del rebelde Omar Ben Hafsum, que gobernó desde Bobastro y mantuvo en jaque a las autoridades de la todopoderosa Córdoba. Luego Benadalid formó parte del reino de Málaga y más tarde del de Sevilla. Estuvo bajo el yugo de los merinitas y por un tratado del año 1286 pasó a manos del reino nazarí de Granada junto a los castillos de Ronda, Setenil de las Bodegas y la costera Estepona.
El castillo de Benadalid es la herencia de la fortaleza que los romanos edificaron aquí y cuyo recinto no varió tras la dominación andalusí. Se cree que esta suerte de tierras inestables, fueron frontera entre los reinos de Granada y Sevilla, es decir, entre las dos culturas antagónicas que en aquellos siglos pugnaron por los restos de una península que se sabía que terminaría siendo cristiana de manera irremediable. No está lejos Atajate, un pueblo serpenteante en sus calles, de pequeña altura, con un campanario que ejerce de faro desde la lejanía, macetas y arriates en las fachadas de las casas encaladas y frescos patios zaguán adentro.
Atajate se halla al abrigo del cerro del Cuervo, donde es costumbre subir para saber que el mundo es más ancho que el circo rocoso que rodea el municipio. Desde él se divisan las crestas del pico de Peñasblancas. Paisaje de lomas calizas, de olivares centenarios, viñedos que dieron uvas con las que elaborar vinos de cuerpo sustancioso, cereales que aplacaron hambres y huertas que curaron enfermedades. Y al lado encinas, alcornoques, quejigos y bosques galería a la vereda de los ríos que nos recuerdan la vinculación con el cercano Mediterráneo.
Paseos por el río Genal
Atajate, además, queda al lado de los otros pueblos blancos que como minúsculos copos de nieve en mitad el paisaje verde motean el valle. Están próximos Alpandeire y Faraján, y las fuentes claras y limpias del río Genal, el llamado Havaral rondeño. Los campos que serpentean el Valle del Genal están caminados por senderistas acostumbrados a las fuertes pendientes, a las emociones y la adrenalina que segrega el descender por profundos barrancos cuyas laderas están alfombradas de pinos y de castaños.
Estos días de otoño resulta gratificante pasear las veredas y las orillas del río Genal y de los afluentes que aquí y allí lo alimentan. Las flancos acuosos del gran río malagueño están tapizados con una rica vegetación de ribera, en especial de nogales cuyas grandes hojas han mudado su color hasta caer al suelo y alimentar la tierra con un humus que será regeneradora de vida. El Genal nace a las puertas de la localidad de Igualeja y serpentea por el valle creando valiosos bosques galería que contrastan con las altas cumbres de la vecina Sierra de las Nieves.
Escrito por: Carolina Oubernell Ocholeguas
¿Una de las comarcas más bellas de España?