La presa de la Cueva del Gato-Hundidero
La lección del Titanic y su arrogante desafío marítimo marcó una época. Aunque no todos dijeron que de ese agua no beberé. Otros proyectos faraónicos también desafiaron las leyes de la naturaleza y acabaron ahogados en un (gran) vaso de agua. Uno de ellos fue la presa de los Cabelleros, una monumental obra de ingeniería en la escarpada esquina malagueña de la Sierra de Grazalema. Una espectacular pared de hormigón que jamás entró en funcionamiento por un error de cálculo. Las reservas hídricas se filtraban por el poroso suelo hacia las cuevas de Hundidero-Gato, que fueron el iceberg de este Titanic que todavía luce su esqueleto armado como un barco varado en mitad de ninguna parte. Con ese paisaje y con ese relato creció el realizador malagueño José Luis Matoso, que va a convertir en un documental esta historia «espectacular y difícil de creer». Su título: ‘El Gato y los Caballeros’.
«No solo coincide en el tiempo con el Titanic y las grandes obras de ingeniera de comienzos del siglo XX, sino que también fue un intento de desafiar la naturaleza y dominar el agua, pero acabó en otro naufragio», explica Matoso que destaca el reciente acceso a numeroso material gráfico de la compañía Sevillana de Electricidad que acaba de salir a la luz y que documenta el proceso de construcción de esta gran obra civil en territorio soberano de Montejaque y Benaoján. Todo ese material estará presente en el documental ‘El Gato y los Caballeros’, que produce el propio José Luis Matoso a través de La Ventana Invisible, con la colaboración asociada de Antonio Meliveo, que también pondrá la banda sonora.
Geología tozuda
«Este proyecto es una cuenta pendiente», confiesa el director, natural de Benaoján y que toda su vida ha escuchado las historias de este gran fracaso. El objetivo era crear una presa para embalsar agua y que sirviera además para generar energía hidroeléctrica. Cuando se terminó la gran pantalla, la pared de hormigón se elevaba 84 metros en un cerro entre montañas, lo que la convertía en la presa-bóveda mas grande de Europa en ese momento. Sevillana había contratado las empresas europeas más punteras del momento -fundamentalmente suizas, donde el terreno era parecido al de la serranía- y también se había embovedado parte del suelo para evitar las filtraciones. Tras la primeras lluvias estaban encantados al ver subir el nivel del pantano, pero poco después se quedaron estupefactos. La tozuda geología hizo que las primeras reservas acabaran en aguas de borrajas. Literalmente se las tragaba la tierra.
«La presa la construyeron rápido pero después se tiraron una década intentando taponar sin éxito las filtraciones», explica Matoso que añade que el último intentó fue entrar en las cuevas de Hundidero y Gato que estaban comunicadas interiormente para detener las fugas.
«Estas cuevas son una maravilla porque recogen todo ese agua para formar veinte lagos en su interior, alguno de más de cien metros de largo», explica Matoso, que añade que parte de ese valor ecológico y natural se destruyó cuando entraron los obreros y construyeron pasarelas, puentes y vías para vagonetas a los largo de los cuatro kilómetros que va de Hundidero al Gato. Pero el agua siempre encontraba una vía de escape.
Aquella infraestructura permitió recorrer las cuevas en plan turístico, aunque desde los años 50 resulta peligroso y hoy casi han desaparecido. Lo que se sigue conservando es ese monumental Titanic de hormigón entre montañas. Una historia única que está pidiendo ser contada.
La presa de la Cueva del Gato-Hundidero